“Cuando empecé a conocer la situación de los indígenas lloré todos los días”
13/10/11
Por su trabajo con tobas y wichís será premiada mañana por Obama en EE.UU.
Una científica argentina será distinguida mañana en la Casa
Blanca de los Estados Unidos. Es la bióloga Claudia Valeggia (46), que
luego de su paso por la universidad abandonó una vida apacible en San
Isidro para trabajar junto a las comunidades indígenas toba y whichí en
la provincia de Formosa. Desde entonces se enfoca en cómo los factores
ecológicos y culturales afectan la salud de las mujeres y los chicos de
esas comunidades y produce publicaciones en revistas especializadas.
Este trabajo ahora será reconocido por el presidente Barack Obama con el
galardón Premios Presidenciales para Científicos e Ingenieros Jóvenes
(Pecase, según sus siglas en inglés).
Desde la biología, ¿cómo se decidió a estudiar a las comunidades indígenas? Hace 14 años que trabajo con las comunidades toba y wichí de Formosa. En lugar de “estudiar a”, es mejor decir “estudiar con”.
¿Por qué marca la diferencia? Porque prefiero decir que trabajo con las comunidades y no que las estudio. Sin su colaboración permanente –y su paciencia– nada de lo que he hecho habría sido posible.
¿Y qué hizo? Mi campo es la ecología reproductiva humana, es decir, el estudio entre la fertilidad femenina y el crecimiento de los niños y su contexto ecológico y cultural. También me interesa investigar los efectos del cambio en el estilo de vida sobre la salud de las comunidades. Por ejemplo, junto con Elena Lagranja, ahora estamos investigando cómo los cambios en la dieta y la actividad fisica afectan el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
¿Y qué resultados le han llamado la atención? Por ejemplo, la comunidad toba no tiene en su vocabulario la palabra “menopausia”. Esa etapa, que para la mayoría de las mujeres es problemática, no existe como concepto en los toba. Cuando les preguntamos sobre el tema, las mujeres nos cuentan que no sufren ningún malestar asociado a la menopausia. A esa edad se ocupan de ayudar a criar a los nietos, y no sufren los sofocos específicos. Quizás están más tristes, pero no más irritables.
¿Cómo llegó a las comunidades con las que trabaja? Tiene que ver con un momento muy personal. Me recibí de bióloga en la UBA; y después hice un doctorado en comportamiento animal en la Universidad de California en Davis; mi tesis trató sobre el ciclo reproductivo de una mona. Hasta que quedé embarazada de mi segundo hijo y eso me llevó a preguntarme si el tiempo que se le dedica a la lactancia influye en la fertilidad: cambié de rumbo hacia los humanos.
¿Cómo vive el hecho de recibir un premio en la Casa Blanca? Es un reconocimiento. Está ligado a un subsidio que recibí de la National Science Foundation (Fundación Nacional de Ciencia) para estudiar tres transiciones en la vida: la transición del destete, la de la pubertad y la de la menopausia de las comunidades.
Estudiar con humanos no debe ser lo mismo que estudiar monos, como lo hizo al comienzo.
Es cierto. Venía de una familia de clase media alta, y cuando empecé a conocer la situación de las comunidades lloré todos los días durantes dos meses. Después pasé a la etapa de “yo soy Dios” y me dediqué sólo a ayudarlos; pero desatendí a mi propia familia. Aprendí que se puede hacer proyectos que tengan en cuenta los parámetros culturales. Por ejemplo, imponer huertas en la comunidad toba, no va.
GENTILEZA: CLARÍN
Desde la biología, ¿cómo se decidió a estudiar a las comunidades indígenas? Hace 14 años que trabajo con las comunidades toba y wichí de Formosa. En lugar de “estudiar a”, es mejor decir “estudiar con”.
¿Por qué marca la diferencia? Porque prefiero decir que trabajo con las comunidades y no que las estudio. Sin su colaboración permanente –y su paciencia– nada de lo que he hecho habría sido posible.
¿Y qué hizo? Mi campo es la ecología reproductiva humana, es decir, el estudio entre la fertilidad femenina y el crecimiento de los niños y su contexto ecológico y cultural. También me interesa investigar los efectos del cambio en el estilo de vida sobre la salud de las comunidades. Por ejemplo, junto con Elena Lagranja, ahora estamos investigando cómo los cambios en la dieta y la actividad fisica afectan el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
¿Y qué resultados le han llamado la atención? Por ejemplo, la comunidad toba no tiene en su vocabulario la palabra “menopausia”. Esa etapa, que para la mayoría de las mujeres es problemática, no existe como concepto en los toba. Cuando les preguntamos sobre el tema, las mujeres nos cuentan que no sufren ningún malestar asociado a la menopausia. A esa edad se ocupan de ayudar a criar a los nietos, y no sufren los sofocos específicos. Quizás están más tristes, pero no más irritables.
¿Cómo llegó a las comunidades con las que trabaja? Tiene que ver con un momento muy personal. Me recibí de bióloga en la UBA; y después hice un doctorado en comportamiento animal en la Universidad de California en Davis; mi tesis trató sobre el ciclo reproductivo de una mona. Hasta que quedé embarazada de mi segundo hijo y eso me llevó a preguntarme si el tiempo que se le dedica a la lactancia influye en la fertilidad: cambié de rumbo hacia los humanos.
¿Cómo vive el hecho de recibir un premio en la Casa Blanca? Es un reconocimiento. Está ligado a un subsidio que recibí de la National Science Foundation (Fundación Nacional de Ciencia) para estudiar tres transiciones en la vida: la transición del destete, la de la pubertad y la de la menopausia de las comunidades.
Estudiar con humanos no debe ser lo mismo que estudiar monos, como lo hizo al comienzo.
Es cierto. Venía de una familia de clase media alta, y cuando empecé a conocer la situación de las comunidades lloré todos los días durantes dos meses. Después pasé a la etapa de “yo soy Dios” y me dediqué sólo a ayudarlos; pero desatendí a mi propia familia. Aprendí que se puede hacer proyectos que tengan en cuenta los parámetros culturales. Por ejemplo, imponer huertas en la comunidad toba, no va.
GENTILEZA: CLARÍN
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